Un nuevo volumen de geometría simple se coloca en paralelo al edificio existente de Torre Girona, con el que coincide en longitud, para crear un vínculo formal con él. El edificio respeta el muro curvo existente, protegido patrimonialmente, que se aprovecha como fachada principal a la ciudad y construye, con una cierta dignidad, la puerta al conjunto.
Una interrupción en el muro conduce a una rambla que perfora el edificio para mirar la capilla de Torre Girona donde se aloja el supercomputador Mare Nostrum y así incorporarlo al uso cotidiano de los usuarios. Se aprecian en el proyecto tres grandes paquetes: el volumen que alojará a los 600 investigadores, el espacio en planta baja entre el muro patrimonial y el nuevo edificio, ocupado también por espacios de trabajo e iluminado mediante un gran patio central, y el sótano que albergará el nuevo superordenador, uno de los más veloces del mundo que se relacionará con el existente mediante un puente que permitirá visitarlos conjuntamente. La imagen abstracta del edificio pretende ser la de un elemento tecnológico en medio de un jardín verde, en contraste con las arquitecturas del muro de la finca y el edificio Torre Girona.
Unas lamas blancas envuelven completamente la pieza, que se asimila en su forma a la ligereza y pureza de un disipador de calor como los que aparecen en el interior de un ordenador.
Colaboradores: Alex Clarà, Joana Tril, Maria Mariages, Kino Coronas, Victoria Llinares, Rafael Berengena, Nicola Rigoli, Ulrike Osterwalt, Marcos Catalán, Mireia Monràs, Elsa Bertrán.
Contratista: UTE Rodio-Kronsa-Ferrovial, Ferrovial, Dragados, Ferrovial, UTE Comsa SAU i ACSA - Sorigue SAU, Voltes Connecta Insfraestructures SLG