Los juzgados de Tortosa se sitúan en una de las calles que, desde el río Ebro, se adentran y configuran unos de los principales trazados del casco histórico y en el que se ubican fachadas de las principales edificaciones de su pasado renacentista.

Todas estas construcciones tienen en común el uso de la piedra de la zona (de canteras en desuso), que configuran un entorno de tonos, texturas y tectónicas con el que la nueva edificación pretende establecer un diálogo.

La volumetría del edificio responde a las alineaciones de la parcela siguiendo las trazas urbanas del casco histórico: calles estrechas con puntos de vista próximos y en escorzo.

Un zócalo pétreo de hormigón in situ conforma el primer nivel de planta baja y el primer contacto con el espacio urbano.

En contraposición al zócalo, un segundo nivel de tres plantas se define por un sistema industrializado de 3 módulos de aproximadamente 1000 x 3500mm de hormigón prefabricado con el que se consiguió sistematizar y texturizar el edificio a la vez que resolver las diferentes situaciones constructivas que se dan para la resolución de las esquinas, la creación de relieve en aberturas y relación entre el interior y el exterior, o el juego de luz y sombras en altura dando una imagen de continuidad al conjunto de la fachada. Por otra parte, resolvemos el preciso programa interior de los juzgados con el complejo entorno de alineaciones, visuales y geometría del solar mediante la materialización del volumen y la envolvente, permitiendo entender el carácter abierto y permeable de cualquier edificio público al mismo tiempo que se preserva la intimidad de las actividades internas respecto las edificaciones cercanas.

Así mismo, el programa distingue las zonas de acceso público, que se resuelven con fachadas continuas más abiertas y permeables; y zonas de uso restringido o privado, que se modulan en su relación con la fachada para permitir posibles cambios futuros.