El proyecto aborda dos cuestiones complicadas: resolver un programa de una importante complejidad derivada en gran medida de su diversidad funcional y dar respuesta a un contexto urbanístico incierto y difícil. Se pretende ubicar el nuevo edificio como resultado de ese contexto, respondiendo a las necesidades desde la ciudad existente y atendiendo a su futuro desarrollo. Así, se concibe un conjunto edificado que busca minimizar su impacto frente a esa ciudad construida, desintegrándose según avanza hacia ella para perder su escala real y generar así un encuentro amable con Sarriguren. Un volumen rotundo en la cara norte de la parcela frena el viento frío proveniente de los montes próximos a la cuenca y da la espalda a varias edificaciones equipamentales y al denso tráfico rodado de la circunvalación de Pamplona. A partir de él nacen el resto de edificaciones, cuatro pastillas que se desarrollan de norte a sur y que varían su tamaño y ubicación en función de su uso, alcanzando así su encuentro con la ciudad de un modo suave y tranquilo. Un proyecto que se compone a través de los vacíos que rompen la volumetría general, la recortan y esculpen organizando flujos, salvando la geografía de la parcela y permitiendo que la implantación del conjunto dialogue con su contexto urbanístico.
Un proceso de composición que salva las diferencias de escala a fin de integrar el nuevo edificio en su entorno y genera en su interior infinidad de espacios diversos que enriquecen el propio uso del mismo.
Colaboradores: Ingeniería Instalaciones: INARQ + EIPA. Estructura: FS Estructuras.
Arquitecto técnico: Luis Beraza. CÉSAR GARCÍA-FRESCA
Contratista: VDR