Tras la demolición de una construcción sin valor en el centro histórico de Guadalajara, se proyecta esta casa entre medianeras, adaptada a un escenario urbano complejo y diverso. La propuesta debía responder al programa doméstico de una familia, formada por una pareja de mediana edad y sus dos hijos.

El punto de partida fue que en la misma casa se integraran tres diferentes, cada una con sus particularidades funcionales, estableciendo una relación de convivencia, pero conservando entre ellas un cierto grado de independencia.

De forma natural, cada unidad se situó en un nivel de la casa, aprovechando las ventajas y diferencias que ofrece cada altura.

Pero cada parte atiende a las intenciones del conjunto, tratando de aportar unidad a la intervención.

Algo similar al sentido del juego de las “muñecas rusas”, en el que cada elemento es independiente pero conserva una íntima relación geométrica con el resto. La casa presenta dos caras muy diferenciadas: la cara norte es serena, y se define geométricamente considerando el ritmo y el carácter de las casas vecinas.

Al sur, la heterogeneidad del patio de manzana y la apertura al soleamiento invitan a una mayor permeabilidad, a una relación más estrecha, entre el interior y el exterior. La casa se podría explicar sintéticamente atendiendo a su sección: una sucesión en cascada de espacios exteriores abiertos al sur, relacionados visualmente entre sí y que disfrutan del sol, a los que se abren las estancias de día, y una espalda que mira al norte, a la calle de acceso, donde descansan las estancias de noche.