Un productor de vinos del Priorat necesitaba una nueva bodega en una parcela en L en el corazón del pueblo de Gratallops, colindando con la Iglesia. El reto fue que el propio edificio contribuyera a la elaboración “biodinámica” de los vinos a partir de principios pasivos. Se crean dos ámbitos: un gran volumen de planta rectangular, la nave, donde se ubica la producción y el espacio restante en forma de Z, el pasaje, una calle interior que rodea la nave siguiendo la medianera de piedra. La nave es el espacio central de la bodega y el más exigente en estabilidad higro-térmica.
Su triple altura favorece la estratificación del aire caliente en la parte alta, lejos de las tinas.
Los muros cerámicos de carga, de hasta 1,75m de espesor, con múltiples capas, crean cámaras de circulación de aire que refrigeran el espacio.
La cubierta, actúa como techo refrescante aprovechando la radiación nocturna del cielo para enfriarse mediante un sistema cerrado de recirculación de agua.
En planta baja, se abren cavidades a modo de “capillas”, que conectan visualmente nave y pasaje.
El pasaje es una transición térmica hacia la bodega.
Su cubierta es vegetal, almacena la lluvia, refresca el ambiente y evita la radiación solar directa. Las fachadas a la calle se revisten con una capa fina de mortero de cal que ayuda a contextualizar el edificio en el pueblo.
La presencia externa es más vernácula, pero al entrar los sistemas constructivos se deconstruyen y muestran la naturaleza del edificio.
Colaboradores: Maya Torres, Berta Romeo, Víctor Nadales, Miquel Arias.
Arquitecto técnico: Carles Bou.
Otros técnicos: DSM arquitectes, Estructura. Oriol Vidal Ingenieria SLP, Instalaciones. Societat Orgànica, Consultoría Medioambiental.
Contratista: CONSTÈCNIA SL