La búsqueda de interpretaciones de su propio territorio ha sido una seña de identidad de los Estados Unidos a lo largo de la historia.
Estos “paisajes estadounidenses”, tales como el espacio democrático jeffersoniano, la naturaleza salvaje o el medio oeste rural constituyeron no solo valiosas herramientas para conocer la realidad, sino también para transformarla.
Tras el final de la Segunda Guerra Mundial surgirá un nuevo paradigma de paisaje que trata de abordar los sustanciales cambios que estaban teniendo lugar en el territorio, y que encontrará en la arquitectura más banal y convencional su núcleo fundamental.
Esta nueva idea de paisaje tomará forma a partir de una amalgama de aportaciones, muchas de ellas críticas, procedentes de las artes, la geografía y la arquitectura, articulándose como un verdadero relato comprensivo gracias a exposiciones fotográficas como New Topographics o a los textos de figuras como John Brinckerhoff Jackson, quien, con una actitud abierta y transdisciplinar, logró despertar el interés y hacer comprensibles espacios hasta entonces ignorados.
El recorrido por algunos de los hitos de la producción de este moderno imaginario permite no solo comprender mejor cómo estos discursos pueden tener una incidencia real sobre la realidad espacial, sino también identificar los errores de un modo de explicar el territorio estadounidense contemporáneo que terminó legitimando aquello que estaba destinado a corregir
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