Sostenibilidad, definido por la RAE como aquello que se puede sostener. Apropiado, para un oficio, el de la arquitectura, que hace de la sustentación su razón de ser; un continuado tour de force contra las fuerzas de la gravedad, empeñadas en que los edificios se sujeten tanto a la tierra como deberían estar los pies de los arquitectos. Pero, también sostenible es un adjetivo que tiene que ver con aquello que a lo largo del tiempo – especialmente en ecología y economía – puede mantenerse sin agotar recursos o causar el menor daño al medio ambiente.
Por lo descrito, el adjetivo sostenible, siempre ha estado ligado a la arquitectura desde sus principios. Es, sin embargo, su segunda conceptualización la que va adquiriendo mayor relevancia con los tiempos actuales, declarados de emergencia climática y que es – o debería ser – el principal problema de nuestro futuro en común.
Cada una de las arquitecturas de esta sección- aunque nos atreveríamos a decir que afortunadamente en gran parte de las propuestas presentadas en la bienal – demuestra que la opción sostenible es independiente de los recursos económicos y técnicos de los que dispongan los proyectistas. La lección, es que la estrategia de generar un impacto mínimo medioambiental es independiente de las haciendas territoriales. La España de la densidad – y en ocasiones de la opulencia – apuesta, en su esperanza por un mundo compartido mejor, por la investigación en procesos, recursos y construcción; se dota de las estrategias propias del conocimiento profundo de las nuevas tecnologías, de la versatilidad y disposición de materias primas de economía circular, de métodos en los que los etiquetados y las garantías de origen son el resorte del proyecto. Pero también, donde hay menos – generalmente, en la España vacía – la apuesta por lo sostenible – entendido como cuidado al medio ambiente – se demuestra en actitudes que exploran el conocimiento de la experiencia. La acción del arquitecto se parapeta en decisiones vernáculas, sabiduría popular, materialidades y oficios del lugar – que potencian la economía circular y la regeneración de empleos olvidados- o simplemente, actitudes de mínima intervención, donde lo más complejo es atreverse a desprenderse del todo para no hacer nada o poco; como el trazado de un camino de tierra, recto, a la sombra de unos árboles azotado por el estío toledano.