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Compartir, tiene el significado de poseer una cosa en común o realizar algo de manera conjunta. Probablemente, ninguna disciplina sea más generosa en este concepto que la arquitectura. No se trata de proyectar, pensar, definir o ejecutar para uno mismo, sino que a diferencia de la pintura o la escultura este proceso creativo implica la creación del espacio común, el hábitat colectivo o el lugar de encuentro. El arquitecto, en su práctica, no debería perder su perspectiva de agente social al servicio de un usuario o colectivo, por lo que el primero de sus actos debe ser el desprendimiento, el saber acompañar a una sociedad en su necesidad de encontrar lugares comunes donde debatir, pensar, compartir, aprender o simplemente contemplar.

A diferencia de otros tiempos, los programas de lo común generalmente se formalizan en una escala modesta; en la que la gran dimensión, la exageración volumétrica o la reafirmación del edificio – y por qué no decirlo, también del arquitecto – respecto de su entorno ha sido sustituida por la discreción e incluso, en algunos casos, la imperceptibilidad. El edificio dedicado a lo común – antes llamado contenedor – bien sea una casa consistorial, un museo, una biblioteca o el paseo por unas ruinas, adopta las escalas precisas y frente al autoreferencialismo se erige lo referenciado, la adopción de lo local e incluso lo doméstico.

Tanto en el territorio denso, como en el menos, lo que literariamente se define como España Vacía / España Llena, el mantener viva la memoria o consolidar espacios donde ejercer la palabra son necesidades comunes. Sin embargo, no existe una línea que defina con exactitud dos prácticas formales diferentes; no hay una arquitectura de lo lleno o de lo vacío. La diferencia está en las necesidades, en el programa demandado, en la falta de ciertos edificios de carácter social en unas partes, frente al exceso – cuando no saturación – de distintos equipamientos en otros. En esa falta o saturación de densidad de metros cuadrados para reunirse y ejercer comunidad, se encuentra el equilibrio o la igualdad de oportunidades de un país, actualmente desequilibrado.

La radiografía de la población, señala que la práctica de la arquitectura y el urbanismo tendrá otras demandas, consolidará otros programas, redefinirá el espacio público, deberemos pensar en otro tipo de condensadores sociales cada vez más diferenciados territorialmente. Más que una España vacía, existe una España envejecida con sus programas y demandas específicas; más que una España llena, existe una España joven, de horizontes y (des) esperanzas distintas.

INDICADORES DE NATALIDAD
RESULTADOS POR CADA 1.000 HABITANTES POR COMUNIDADES AUTÓNOMASFUENTE: REVISIÓN PADRÓN MUNICIPAL - INE 01/2020
ENVEJECIMIENTO DE LA POBLACIÓNFUENTE: INE (2016)
PORCENTAJE DE MAYORES DE 85 AÑOS SOBRE EL TOTAL DE LA POBLACIÓN